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Existir suavecito

  • Foto del escritor: Pao Romero
    Pao Romero
  • 23 nov
  • 2 Min. de lectura

Quiero existir suavecito, lento, como lágrima que explora, a paso cuidadoso, la mejilla de un corazón acongojado; lento, caracol que lleva a cuestas los anhelos de mi alma.


Caminar lento, dando pasos cautelosos sobre el pavimento mojado, lleno de charcos que no sabes si miden un centímetro o si, al pisarlos, te tragarán en un vacío infinito, pendiente de que el agua no se filtre por las grietas del espíritu.


Porque vivir suavecito, sentir suavecito, debe ser el paraíso: sin el cansancio de existir, sin la vida torrencial de sensaciones incontrolables bailando en mi cabeza.


Quiero respirar suavecito, lento, que cada partícula de oxígeno recorra mi cuerpo a paso cansino, acariciando cada centímetro de mi piel.


Respirando pausadamente como si la vida no se me acabara en cada exhalación, llenar mis pulmones de tranquilidad y cadencia musical, exhalar, respirar, exhalar y vivir.


Quiero hablar suavecito, sin que la voz tiemble, que todo el mundo escuche mis pensamientos sin apenas mover los labios, como voz de nube, como voz de arrullo.


Hablar apacible de todo y de nada, con todos y con nadie, que el universo escuche mis susurros.


Quiero sentir suavecito, sin que duela la vida, que los recuerdos no sean costras infectadas en el alma ni los días témpanos de amargura en el estómago.


Sentir suavecito como abrazada por la existencia, rodeada por el aire, la lluvia y el viento, que la existencia me recorra mansa entre los dedos.


Pero el mundo no sabe de suavidades. Todo ruge, todo empuja. Hasta los sueños se atropellan entre sí.


Este mundo no sabe de lentitud, si no te mueves te corroe, desde las entrañas hasta las pestañas, se lleva como tempestad a quien se atreva a vivir suavecito, a quien camina sin prisa entre el ruido del mundo.


Y aun así, sigo intentando existir suavecito: anhelo vivir lento.

 
 
 

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