Consagración del fuego
- Pao Romero

- 9 nov
- 1 Min. de lectura
Se me ha vuelto un pecado
pensarte cada mañana,
nombrarte con el pensamiento,
añorar el próximo encuentro.
Se me ha vuelto un pecado
sonreír ante tu recuerdo,
saberte prohibido,
rogando el pronto olvido.
Te confieso, amor mío,
en letra y alma,
que eres mi refugio
aunque la culpa me mata.
Se me ha vuelto un pecado
prenderme a fuego lento.
No me absuelvas, padre celestial,
que en llamas me consumo
por puro placer tuyo.




Comentarios